
No hace falta que desnudes ante mis ojos todos tus secretos.
Sé, de algunos de tus temores, seguramente porque son los mismos que me transitan en ocasiones.
Temor. A volver a perder. A creer. A dejar el egotismo, el auto cuidado, la maniática rutina de ver que los días parecen prestados.
Por eso, no hace falta que me digas, ni que explique nada.
Me quedo con tu presente, con tus uñas queriendo crecer, el anudamiento de tus cadenitas, tus zapatos, tu calma, tu desorden, tus sueños, tus noches invitando a las mías, el color de labios y el que me dejas cuando te despides y el que borras cuidadosamente antes de volver a pintarlo en otro lugar.
No hace falta ni que digas, ni que cambies, ser tu presente y que esté en el tuyo es todo lo que quiero saber.